Pijao es un municipio sin prisa, pero en vigilia constante frente al extractivismo invasor, en el que sus ancianas calles y sus rústicas fincas representan la lealtad al antiguo pueblo ancestral de Kakataima. Es así, como desde una suave brisa de mayo, fecha de su fundación, el pijaense valeroso, resguarda las entrañas turbulentas de miles de años de formaciones cordilleranas, siendo cuna celestial de aves y mamíferos, de árboles y ríos, de mujeres y hombres que con sus vidas cubren capas de historia eterna.
La oportunidad de reivindicar por medio de un proceso de consulta popular la defensa soberana del territorio, es el primer paso del municipio de Pijao en una batalla que comienza en los estrados de la naturaleza. La movilización ciudadana contempla la participación de la sociedad como forma de blindaje ante un monstruo mediático que se escabulle por los territorios como sinónimo erróneo de desarrollo. El deber de las instituciones oficiales comprende el bienestar de la vida misma por encima de las ambiciones de un conglomerado de empresas, que como en épocas de antaño, pretenden manipular la razón y conquistar las decisiones de los habitantes en la montaña.
Un pueblo inconquistable, es un cerco defensor. Las manos campesinas que trabajan la tierra son la memoria y las caricias. Se cruzan los pensamientos, mientras se vislumbra hacia el futuro. Montañas y calles en donde la lluvia calma las tristezas del cuerpo, aun cuando el alma persiste tranquila. Filos de la cordillera en donde las venas de viejos brazos sucumben ante la presión de una mañana de trabajo. Plantas y materos de paz que guardan un poco de tierra esperanza. El recorrido creciente de los árboles que pestañean ante el caer de sus hojas. Aguas, que río abajo transportan memoria universal. Familias que resisten y defienden su derecho a existir en libertad. La montaña viva que separas el presente de la eternidad.
Defender el territorio es el privilegio de ser esencia de éste. El Pijao de hoy vive y cuenta la historia, en donde se recrudecen las charlas de parque, y el aleteo de sus garzas, tratando de construir un imaginario que en el futuro dependerá de las decisiones soberanas de sus habitantes.
Los pueblos deciden la libertad que sus calles añoran, dejando que el aire de vida descienda desde la altura de las montañas. Campesinos, a proteger su territorio primario, porque con voz firme y corazón de guerreros, el viaje a la montaña libre será memoria para la eternidad.
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